sábado, 29 de agosto de 2015

Cacería

Cacería

Ella disparaba y yo esquivaba. Una, dos, tres, cuatro... siete flechas en total hasta que logró darme en el pecho. Ese día llevaba un pantalón de sudadera y lucía sus gafas de marco grande. Me empecé a desangrar cuando me saludó y más adelante, caminando por la séptima, le robé un beso con sabor a fresa y café. Ella me tocó la espalda, los brazos, y cuando llegó al pecho me dijo que me sentía raro. Tranquila, le respondí, es solo mi corazón que anda trabajando. La volví a besar y después de eso vi estrellas moradas asomándose a sus pupilas mientras la sangre seguía saliendo y saliendo de mi pecho. Empecé a lamer su cuello y ella me tocaba la espalda, los brazos, las nalgas, hasta que cerquita me susurró que deseaba abrazar mi alma. Todo empezó a dar vueltas y seguía escuchando su voz mientras veía como sus labios se volvían dos peces nadando contra la corriente.

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